Por el bien de nuestro idioma, pásalo

Publicado el 19 de septiembre de 2010 a las 20:07


Cerca de 500 millones de personas hablan el castellano; es la tercera lengua más hablada del mundo y la segunda entre las lenguas maternas, detrás únicamente del chino mandarín; se espera que en el año 2050 lo hable el 10% de la población mundial (fuente: Wikipedia).

Y cada día se lleva una somanta de palos. De los leístas y laístas; de los que se empeñan, una y otra vez, en usar las mayúsculas para los nombres de los días de la semana y de los meses; de los que rifan el uso de los porqués y los por qués; de los que meten en el mismo saco imperativos e infinitivos; de todos aquellos, en definitiva, que creen que eso de escribir medianamente con corrección es cosa del pasado, de otra época.

¿Soy el único al que le duele la vista cuando tiene que leer ciertas cosas? Y no hablo sólo de entornos habitualmente despreocupados (por decirlo de alguna forma) con la ortografía o la gramática como foros o blogs, me refiero a documentos y escritos formales, del ámbito profesional, e incluso a la prensa escrita (¡y no quiero entrar por ahora en el uso de nuestro idioma en ciertos programas de televisión!).

No, no se trata de convertirnos en fundamentalistas y hacer de El dardo en la palabra del gran Lázaro Carreter nuestro libro de cabecera (aunque a más de uno le vendría de perlas ojear alguna de sus ediciones), ni de iniciar una cruzada para perseguir incansablemente hasta arrastrar a la hoguera al infractor. Simplemente se trata de tener un mínimo de cuidado, de prestar algo más de atención; que esas patadas a nuestra lengua sean las menos posibles y, quizá, algo menos dolorosas. Gazapos se nos escapan, y se nos escaparán, a todos, yo el primero. Pero que sean solo (sí, sin tilde) eso, errores o despistes puntuales.

Así que todavía en pleno berrinche permitidme que deje aquí las respuestas que la RAE da a algunas de las preguntas más frecuentes en relación al uso correcto de nuestra lengua (selecciono aquellas que me tropiezo día sí, día también):

Mayúscula o minúscula en los meses, los días de la semana y las estaciones del año

Salvo que la mayúscula venga exigida por la puntuación (a comienzo de texto o después de punto), los nombres de los días de la semana, de los meses y de las estaciones del año se escriben en español con minúscula inicial:

Nació el pasado martes, 22 de noviembre.
En Caracas, a 6 de mayo de 2005.
Esta primavera ha llovido mucho.

Solo se inician con mayúscula cuando forman parte de nombres que exigen la escritura de sus componentes con mayúscula inicial, como ocurre con los nombres de festividades, fechas o acontecimientos históricos, vías urbanas, edificios, etc.: Viernes Santo, Primavera de Praga, plaza del Dos de Mayo, Hospital Doce de Octubre.

Los ciudadanos y las ciudadanas, los niños y las niñas

Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto.

La mención explícita del femenino se justifica solo cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto: El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad. La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos.

El uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones.

Veintiuna personas, veintiuno por ciento

El numeral uno, una se apocopa en la forma un únicamente cuando antecede a sustantivos masculinos: un libro, un coche; o a sustantivos femeninos que comienzan por /a/ tónica (una vocal es tónica cuando en ella recae el acento prosódico o de intensidad): un águila, un alma, un hacha; pero no se apocopa nunca cuando antecede a sustantivos femeninos que no comienzan por /a/ tónica: una amapola, una mujer, una novela.

Consecuentemente, todos los numerales compuestos que contienen el numeral simple uno, una se comportan de la misma manera y solo se apocopan ante sustantivos masculinos y ante sustantivos femeninos que comienzan por /a/ tónica. Por lo tanto, igual que decimos una mujer, una amapola, debemos decir veintiuna mujeres, treinta y una amapolas (y no veintiún mujeres, treinta y un amapolas).

Asimismo, debe decirse uno por ciento, veintiuno por ciento, treinta y uno por ciento (y no un por ciento, veintiún por ciento, treinta y un por ciento), ya que el numeral uno, una solo se apocopa ante determinado tipo de sustantivos, y por es una preposición.

Infinitivo por imperativo

Cuando se da una orden a una segunda persona (del singular o del plural), deben usarse las formas propias del imperativo, si la oración es afirmativa, o las formas correspondientes del subjuntivo, si la oración es negativa, va introducida por la conjunción que o se dirige a un interlocutor al que se trata de usted.

SINGULAR

Tómate toda la sopa y deja de protestar.
No te enfades y ponnos otro café.
Que te calles.
Hágame caso.

PLURAL

¡Venid aquí ahora mismo, granujas!
Poneos el pijama y dormíos cuanto antes.

No lleguéis tarde.
Que os estéis quietos.
Cierren la puerta y siéntense, por favor.

No se considera correcto, en el habla esmerada, el uso del infinitivo en lugar del imperativo para dirigir una orden a una segunda persona del plural, como se hace a menudo en el habla coloquial:

¡Venir aquí ahora mismo, granujas!
Poneros el pijama y dormiros cuanto antes.

Solo es válido el empleo del infinitivo con valor de imperativo dirigido a una segunda persona del singular o del plural cuando aparece precedido de la preposición a, uso propio de la lengua oral coloquial: ¡Tú, a callar!; Niños, a dormir.

No debe confundirse el empleo desaconsejable del infinitivo en lugar del imperativo de segunda persona del plural con la aparición del infinitivo con valor exhortativo en indicaciones, advertencias, recomendaciones o avisos dirigidos a un interlocutor colectivo e indeterminado, habituales en las instrucciones de uso de los aparatos, las etiquetas de los productos o los carteles que dan indicaciones, hacen recomendaciones de tipo cívico o prohíben determinadas acciones en lugares públicos: Consumir a temperatura ambiente; Depositar la basura en las papeleras; No fumar; Lavar a mano. Se trata, en estos casos, de estructuras impersonales en las que no se da una orden directa, sino que se pone de manifiesto una recomendación, una obligación o una prohibición de carácter general, en las que hay que sobrentender fórmulas del tipo Se debe consumir… / Es preciso consumirlo… / Hay que consumirlo… / Se recomienda consumirlo…; Debe depositarse la basura en las papeleras / Hay que depositar la basura a las papeleras; No se puede fumar / No se permite fumar; Debe lavarse a mano / Se recomienda lavarlo a mano.

Había muchas personas, ha habido quejas, hubo problemas

Cuando el verbo haber se emplea para denotar la mera presencia o existencia de personas o cosas, funciona como impersonal y, por lo tanto, se usa solamente en tercera persona del singular (que en el presente de indicativo adopta la forma especial hay: Hay muchos niños en el parque). En estos casos, el elemento nominal que acompaña al verbo no es el sujeto (los verbos impersonales carecen de sujeto), sino el complemento directo. En consecuencia, es erróneo poner el verbo en plural cuando el elemento nominal se refiere a varias personas o cosas, ya que la concordancia del verbo la determina el sujeto, nunca el complemento directo. Así, oraciones como Habían muchas personas en la sala, Han habido algunas quejas o Hubieron problemas para entrar al concierto son incorrectas; debe decirse Había muchas personas en la sala, Ha habido algunas quejas, Hubo problemas para entrar al concierto.

Leísmo, laísmo, loísmo

Para usar adecuadamente los pronombres átonos de 3.ª persona lo(s), la(s), le(s) según la norma culta del español general, debe tenerse en cuenta, en primer lugar, la función sintáctica que desempeña el pronombre y, en segundo lugar, el género y el número gramatical de la palabra a la que se refiere. En el siguiente cuadro se muestra la distribución de formas y funciones de estos pronombres:

A continuación se expone de forma sucinta la norma que rige el empleo de estos pronombres:

  • Cuando el pronombre desempeña la función de complemento directo, deben usarse las formas lo, los para el masculino (singular y plural, respectivamente) y la, las para el femenino (singular y plural, respectivamente):

¿Has visto a Juan? Sí, lo vi ayer.
¿Has visto a Juan y a los niños? Sí, los he visto en el parque.
Compré la medicina y se la di sin que nadie me viera.
¿Has recogido a las niñas? Sí, las recogí antes de ir al taller.

[Dada la gran extensión en el uso de los hablantes cultos de ciertas zonas de España de la forma le cuando el referente es un hombre, se admite, únicamente para el masculino singular, el uso de leen función de complemento directo de persona: ¿Has visto a Jorge? Sí, le vi ayer en el parque].

  • Cuando el pronombre desempeña la función de complemento indirecto, deben usarse las formas le, les (singular y plural, respectivamente), cualquiera que sea el género de la palabra a la que se refiera:

Le pedí disculpas a mi madre.
Le dije a su hermana que viniera.
Les di un regalo a los niños.

Lo dicho, tratemos con un poco más de cariño a nuestra lengua. Es uno de nuestros mayores tesoros. Pásalo.