Va por ustedes…

Publicado el 22 de noviembre de 2010 a las 21:23


Termina mi aventura en el IESE. Siete meses robando horas a la familia y a los amigos. Sin saber apenas lo que es un final de semana en condiciones. Trabajo en la oficina y trabajo en casa. Semana tras semana, la misma rutina. Clase, casos y más casos. Una eternidad después, lo de volver a estudiar ha sido todo un reto. Salvado con nota, eso sí.

Tiempo habrá para evaluar el programa en sí; las asignaturas, los casi doscientos casos analizados, los profesores, el impacto que puede ó no tener en mi futuro profesional. Hoy, a falta tan solo de la última sesión en Madrid y del cierre en NYC, me quedo con otra cosa: con la gente. Desde el primer día te advierten de la importancia del grupo, de lo valioso de las experiencias que habrás de compartir con unos y otros. Se quedan cortos.

Sesenta y ocho. Ni más ni menos. Cada uno de su padre y de su madre. De multinacionales a pequeñas empresas familiares. De alta tecnología a cooperativas ganaderas. Financieros, comerciales, informáticos, abogados. Un poco de todo. Sesenta y ocho formas distintas de ver las cosas. Y cada uno, a su manera, aportando su granito de arena a la causa. Sois vosotros los que habéis sazonado y dado sabor a estos meses; con vuestras experiencias; con vuestras ganas. Por ello quería dejar aquí mi agradecimiento a todos y cada uno de vosotros. Por haber hecho inolvidable este periodo de mi vida.

– A mis compañeros de banco. El Ying y el Yang. La pausa y el huracán (tranquila Arantza, no haré aquí ningún comentario sangrante sobre tus gustos musicales).

– A ese presidente que lo mismo te organiza un sarao (y quién dice uno dice ochenta) que te enseña cómo posar en la foto.

– A todo el clan andaluz, capaz de sacarte una carcajada hasta en tu propio funeral.

– A nuestra guía espiritual, que incluso tuvo la osadía de elevarme a la categoría de apostol una tarde de octubre que pasará a los anales de la historia contemporanea. Conseguiste recordarnos que existe algo más que el EBITDA.

– A los que se tomaron como algo personal participar sin descanso en clase. Gracias a vosotros nunca tuvimos un incómodo silencio que romper.

– A los que se tomaron al pie de la letra aquello de «es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras». Siempre he creído que hay personas calladas que son mucho más interesantes que los mejores oradores. Algunas me habéis demostrado que es así.

– A los que merecía la pena girarse a riesgo de sufrir una luxación de cuello para escuchar lo que tenían que decir. Sois muchos.

– A los descuadraos. Sois menos, pero todos unos personajes, la pimienta del grupo.

– A los de las siestas en mitad de clase. Me hacíais sentir menos culpable cuando no tenía más remedio que mandar algún que otro correo furtivo.

– A los de las caricaturas y las fotitos. Sabe Alá el material que habéis ido acumulado de nosotros. El día menos pensando nos daréis un susto.

– A la que solo con escuchar su voz me trasladaba a mi esquina favorita del norte. Casi podía sentir la brisa de la Frouxeira en tu acento.

– A los telefónicos. Siempre es bueno conocer el otro yo de aquellos de los que normalmente sólo ves el lado profesional.

– A nuestras celosas guardianes; sabemos que nada habría funcionado del modo en el que lo ha hecho sin vosotras.

Y, claro está, a mi equipo. Siete meses trabajando juntos, con la energía y el buen rollo que le habéis puesto es un fenómeno digno de estudio. Casi paranormal, diría yo. No me extrañaría que terminemos como caso de análisis en el próximo PDD. Lástima que nos faltara esa guinda de que nos aceptaran en el coro del IESE. Álvaro, Emilio, José Manuel, Francisco, Vidal, Mª José, Esther, Mónica, Ana; sois muy grandes (y no, no tiene nada que ver con los kilitos que habéis podido coger con los churros del desayuno).

A todos vosotros, gracias. De corazón. Esto todavía no ha terminado y ya os echo de menos.