Debe ser cosa de la edad. Los años pasan, aparecen las primeras canas y uno empieza a ver las cosas de otra manera. Digo yo que será eso. Porque lo cierto es que últimamente noto que empiezo a perder la paciencia con bastante facilidad ante ciertos comportamientos de mis apreciados congéneres. Será cosa mÃa, decÃa, pero tengo la impresión de que, cada vez más, lo de mirar un poco por los demás no es que sea el último punto de nuestra lista de prioridades, es que ni siquiera está en ella. Cada uno a lo suyo y si en mi camino piso el pie a alguien allá él. Que se vaya a contarlo al Sálvame de turno. O en su blog.
Y no, no me refiero a los chavales, que serÃa lo suyo. Hablo de la gente de mi generación, la de los setentas. La de esos que nos vamos a quedar sin cobrar la pensión por la que cotizaremos como primos durante cuarenta años. La de esos que presumiremos ante nuestros nietos de haber visto a España ser campeona del mundo de fútbol pero no diremos ni pÃo de haber permitido que la peor generación de polÃticos de la historia del paÃs y sus acólitos camparan a sus anchas haciendo y (sobre todo) deshaciendo a su antojo. La de esos que, acostumbrados a dejar las cosas pasar y mirar hacia otro lado, hemos adoptado como propio y llevado al extremo de convertirlo en arte el ande yo caliente que oÃamos a nuestros abuelos.
La fotografÃa que ilustra esta entrada no es más que un ejemplo tonto de ese pasotaegoÃsmo que nos rodea a todos los niveles; ¿que tengo que acercarme a la oficina de Correos? Pues paro a la puerta, como un campeón. Ah, ¿qué cinco metros detrás tengo espacio para estacionar un portaaviones? ¿Que lo mismo entorpezco la circulación o bloqueo la salida de alguno de los vehÃculos correctamente aparcados? Quita, quita, mejor aquà en doble fila no vaya a ser que me dé un calambre al tener que recorrer tan escalofriante distancia. Si van a ser dos minutos. O media hora. Total, ¿a quién le importa? Yo, a lo mÃo.
Asà nos va. Luego, la culpa es de la Merkel. Claro.
Lo dicho, cosas de un pseudo-viejo cascarrabias.
Yop
11 years ago
Ah, la doble fila, esa entrañable amiga del madrileño…
Me veo muy reflejado en tu discurso.
Saludos