Feb
13
2012
Categoría: TIC
Si el año pasado por estas fechas destacábamos en un análisis sobre el mercado de terminales móviles el imparable crecimiento de las ventas de terminales smartphones (ya decíamos por aquel entonces que uno de cada dos terminales vendidos en Europa y Norteamérica pertenecían a esta categoría), las cifras alcanzadas durante 2011 no vienen sino a refrendar esta tendencia. Strategy Analytics ha publicado hace unos días su informe de seguimiento del mercado de estos dispositivos correspondiente al último trimestre del año pasado y las cifras que presenta son más que interesantes:
– Durante 2011 se vendieron algo más de 490 millones de smartphones; 191 millones de unidades más que durante 2010 (un crecimiento interanual de un 65%), consolidando la espectacular senda de crecimiento de este mercado. La venta de estos dispositivos representaron durante el último trimestre de 2011 un 36% del mercado global de terminales móviles.
– Samsung y Apple se disputan el liderazgo en ventas del mercado. Los de la manzana redujeron distancias en un último trimestre en el que la campaña navideña disparó las ventas del iPhone 4S, pero aún así Samsung consigue cerrar el año como nuevo líder con más de 97 millones de unidades vendidas por los 93 millones de su rival. La estrategia de Samsung de reducir el ciclo de vida de sus terminales más emblemáticos, anticipando el lanzamiento de sus nuevos modelos a los de sus competidores parece estar dando sus frutos.
– Nokia continúa en su caída (-23% respecto a 2010, convirtiéndose en el único fabricante junto a Palm en disminuir su volumen de negocio) y RIM apenas consigue mantener su volumen de ventas (lo que, en un mercado en alza como este, se traduce en una significativa pérdida de cuota de mercado).
– HTC, Sony Ericsson, LG, Huawei y ZTE conforman el tercer nivel de fabricantes por ventas; conjuntamente representan ya aproximadamente algo más de la tercera parte del mercado.
– Respecto a 2010, destaca sobremanera el crecimiento experimentado por Samsung; en un mercado que como decíamos ha crecido un 64% el fabricante coreano consigue ni más ni menos que cuadriplicar sus ventas. Apple prácticamente duplica las suyas y, como también comentábamos anteriormente, dos clásicos en el segmento, Nokia y RIM siguen en horas bajas. El quinto actor por volumen de ventas, HTC, crece también por encima de la media del mercado.
– A partir de los resultados de HTC podemos poner en contexto la magnitud del crecimiento de Samsung: en 2009 HTC prácticamente doblaba las ventas de Samsung; en 2010 ambos presentaban la mismas cifras y en 2011 Samsung duplica ya holgadamente las ventas de su competidor taiwanés consiguiendo alcanzar el liderazgo de este atractivo mercado.
Feb
05
2012
Categoría: post-it
Ene
22
2012
Categoría: cajón desastre
Tuve la fortuna de disfrutar de las clase de economía del profesor Díaz-Giménez durante mi no tan lejano paso por el IESE.
El número de enero de la revista de análisis Comentarios de Coyuntura Económica que publica mensualmente esta escuela de negocios recoge un interesante artículo suyo en el que expone su propuesta de cinco reformas que, según afirma, contribuirían a crear empleo y a reducir significativamente el paro:
1 – Reducir los costes laborales: indemnización creciente que empezara en 10 días por año trabajado, que aumentara en dos días al año hasta llegar a 20 días y que como máximo ascendiera al equivalente a seis meses de salario. Su argumento para proponer esta medida: cuando la interrupción de la relación lanoral es excesivamente costosa, forzosamente se crean menos puestos de trabajo que los que se crearían si no lo fuera.
2 – Unificar los contratos laborales: derrogación de los contratos temporales; contrato único, indefinido y con un coste de despido creciente y limitado para todos. Los contratos temporales tienen, argumenta Díaz-Giménez, muy pocos incentivos para empresarios y trabajadores porque ambas partes saben que, muy probablemente, terminará antes de que se cumplan los tres años. Por el contrario, las partes de un contrato indefinido de larga duración se vuelven prisioneras de la excesiva cuantía de la indemnización por despido: el empleado no abandona su empleo para no perder la indemnización y el empleador no le despedirá para no tener que afrontarla.
3 – Flexibilizar la negociación colectiva: convenios sectoriales, autonómicos y provinciales redundan en unas relaciones laborales excesivamente rígidas e impiden que las empresas españolas adapten sus costes laborales a las necesidades coyunturales o a los cambios estructurales que se produzcan en su entorno. Su propuesta: que las empresas de menos de 10 empleados no tengan convenio colectivo y que la vigencia de los convenios no se prorrogue ante la falta de acuerdo entre trabajadores y empresa, aplicándose en tal caso la legislación laboral general.
4 – Revisar la cuota de la seguridad social: eliminando la cuota mínima (209 euros mensuales en el caso de los autónomos, trabaje o no trabaje ese mes) y liberando del pago a los autónomos sin actividad; los empleados a tiempo parcial pasarían a pagar un 28% de su salario. Medidas todas ellas que contribuirían a reactivar el empleo a tiempo parcial. Para mantener la recaudación de la seguridad social, Díaz-Giménez propone aumentar la cotización máxima.
5 – Desjudicializar las relaciones laborales: la relación laboral debería extinguirse con el pago de los costes de despido correspondientes, evitando situaciones como la de María Dolores Amorós, ex-directora general de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, que ha solicitado su readmisión por despido improcedente.
Una lectura rápida del plan propuesto por el profesor Díaz-Giménez puede conducir a pensar que un conjunto de medidas como éste lesiona seriamente los intereses del trabajador, debilitando la estructura de relaciones laborales actual. Una revisión detallada, tal y como él mismo concluye, nos lleva a pensar que este camino, o alguno similar, es el único que quizá podamos seguir si queremos tener relaciones laborales que proteger.
Ene
09
2012
Categoría: cajón desastre
Como diría mi estimado Pérez-Reverte, hay días en los que dan ganas de echar el cierre; hacer la maleta, coger el primer vuelo que salga de la terminal internacional de Barajas y dejar atrás este país de caricatura. Hoy es uno de esos días.
La historia: me acerco al hospital de La Paz para donar dieciséis cajas de leche. Se trata de una fórmula especial que le fue recetada al enano, tratamiento que tuvimos que cancelar a las pocas semanas al detectársele una alergia. Como resultado, me encuentro con cerca de 1.500 euros de leche amontonados en mi despensa, leche que no voy a poder consumir y que a buen seguro a alguien le podría venir muy bien. Puesto en contacto con la unidad de lactodietética del hospital me confirman muy amablemente su disposición a hacerse cargo de la leche. Tan sólo, me aseguran, tengo que acercarme hasta allí y algún celador se encargará de recogerla en mi vehículo y trasladarla para su almacenamiento. Que muy agradecidos y tal porque es un producto caro y viendo cómo están las cosas cualquier ayuda es más que bien recibida.
Fácil y rápido. O eso parecía. Hasta que topé con el encomiable espíritu del trabajador español y más específicamente de la elogiosa actitud de servicio del empleado público. Esa misma predisposición que dispara nuestros niveles de productividad a tasas inimaginables. Esa misma entrega y pasión en el trabajo que ha conseguido que estemos como estamos.
Ya en el hospital empieza mi lento y tortuoso peregrinar de ventanilla en ventanilla. De lactodietética a urgencias, de urgencias al supervisor de planta, del supervisor de planta de nuevo a lactodietética y de ahí, una vez más, al supervisor de planta. Cuando la última barrera parecía vencida, superada una y otra vez la irresistible tentación de mandar todo a freír a espárragos y poner la leche a la venta en eBay, topamos con la iglesia. O mejor dicho, con los sindicatos, los convenios colectivos y la madre que los parió. O, en castellano, con las pocas ganas de trabajar. Porque cuando por fin todo parecía explicado y aclarado (no señor, no vengo a vender nada, todo lo contrario, vengo a donar algo, no, no voy a cobrar nada, le repito que es una donación) y consigo llegar a conserjería ya con todo aprobado para que el amable celador de turno se haga cargo de la mercancía resulta que no, que es imposible. Que su convenio especifica muy claramente que la actividad del cuerpo de celadores se desarrolla específicamente dentro del recinto hospitalario y que de acercarse al estacionamiento nada de nada. Trato de explicar que es una situación excepcional y que al fin y al cabo estamos hablando de la entrega de un producto dirigido a niños lactantes con problemas, que yo sólo quiero ayudar. Que es cosa de un par de minutos. Como quién oye llover. Los cinco, sentaditos, mirando al tendido dejando muy claro que la cosa no va con ellos y que ninguno tiene la menor intención de ser el esquirol que rompa la disciplina obrera frente a las reclamaciones abusivas de la patronal. Y por favor si no desea nada más cierre la puerta al salir que hay corriente. En parte entiendo su malestar, no les culpo; al fin y al cabo mi llegada interrumpió un más que fascinante debate sobre las últimas compras navideñas pendientes. A quién se le ocurre. Y con la hora del desayuno a la vuelta de la esquina como quien dice. ¿Y si me prestan un carrito para traer las cajas yo mismo hasta aquí y así no les molesto, que dieciséis cajas son un puñado de kilos? Imposible, es equipamiento del hospital y tampoco puede salir de aquí. Lo dicho, cierre al salir.
Total, que uno trata de hacer lo que cree correcto y se encuentra luchando contra mil y un impedimentos que terminan por desmoralizarle. Rumiando entre dientes el mosqueo tamaño quince que llevo en ese momento me dirijo a la salida decidido a volver a casita dando por fracasada la operación; es entonces cuando me cruzo con una camilla en la que un chaval de no más de dos años, sedado, entubado, se dirige acompañado de su llorosa madre a la zona de quirófanos. Y recuerdo para qué estoy allí. Y caigo en la cuenta de que no puedo permitir que cuatro impresentables amparados por su inviolable convenio consigan que me vaya como llegué. Resuelto a todo, decido recurrir al primo de zumosol. Me acerco al cercano McDonalds en el que tantas tardes pasé hace unos meses y les cuento la historia para ver si me pueden echar un cable. Como en las pelis, los yankees al rescate. En dos segundos tenía un carrito a la puerta. No gracias, me basto solo, no hace falta que me acompañéis. Dicho y hecho. En tres minutos he descargado el maletero y estoy de nuevo en la puerta del refugio de descanso del cumplidor cuerpo de celadores del hospital. Ah, es usted de nuevo, pues sí que son cajas sí, lactodietética, ¿verdad?, sí, déjelas aquí que ya nos hacemos cargo nosotros. Cierre al salir, por favor.
A la vista del fervoroso entusiasmo que han demostrado en todo momento probablemente no la entreguen hasta mediados de la semana que viene. Pero si no es esta semana será la próxima. Da igual. La leche no caduca hasta dentro de varios meses. Misión cumplida. Toda una aventura, pero vuelvo contento a casa.
Escucho en el telediario lo necesaria que es la reforma laboral para superar la crisis, las posturas enfrentadas entre sindicatos y empresarios. No señores, lo que hace falta no es un nuevo tipo de contrato. Ni modificar las condiciones de despido. Ni más subvenciones. Aquí lo que hace falta son ganas de trabajar. De poner todo de tu parte para que las cosas salgan adelante, ya trabajes en el sector público o en la empresa privada, ya seas jefecillo o currito llano. Y de eso, lamentablemente, vamos muy escasos.
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