Durante 2010 se superó la cifra de los mil millones de usuarios activos de redes sociales a lo largo y ancho del planeta. Casi un 80% de ellos, usuarios de Facebook. Seis de cada diez internautas formaban parte de al menos una red. Y aunque algunos ya se atreven a preconizar su declive, por lo general los analistas continúan apostando por su expansión. Strategy Analytics ha sido la última casa en presentar sus estimaciones en relación a la evolución del mercado de las redes sociales: pronostican un crecimiento sostenido durante el próximo lustro que conduzca a superar los dos mil millones de usuarios en 2016.
Las mayores tasas de crecimiento corresponderían según este análisis a las regiones de Asia-Pacífico (con un CAGR a seis años del 16%) y Oriente Medio y África (CAGR del 13%) . Como en tantas otras cosas, Norteamérica y Europa Occidental serían las regiones que presentarían menores tasas de crecimiento (5 y 7 % respecticamente).
En el caso de España, el equipo de analistas aventura una tasa de crecimiento del 8%, ligeramente superior a la media europea, que conduciría a que en 2016 más de 35 millones de españolitos estuviesen conectados a alguna red social.
No menos significativa es la evolución de la penetración del uso de las redes sociales en relación a la población general del país (repito, población general, no usuarios de Internet). Conforme a las estimaciones de Strategy Analytics, en menos de una década habríamos pasado del entorno del 22% en 2007 al 80% en 2016. Es decir, para entonces ocho de cada diez españoles serán usuarios activos de alguna red social. Habrá más seguidores de estas plataformas que aficionados al fútbol. Casi nada.
Con estos números delante, más de uno debería replantearse lo que está haciendo (o lo que no está haciendo) en este campo.
Obviando la apabullante victoria del PP y el descalabro en toda regla del PSOE en las elecciones del domingo, se están comentando mucho los perversos efectos que la ley electoral vigente introduce; cómo presumiblemente beneficia a unos partidos frente a otros y el voto en unas regiones tiene más valor que en otras. Lo cual, calculadora en mano, es un hecho perfectamente constatable. Y son cada vez más los que reclaman un cambio en dicha ley, abandonar de una vez el sistema D’Hondt, esa fórmula matemática que atribuye los escaños en proporción a los votos conseguidos por las candidaturas en cada una de las circunscripciones electorales y no en el conjunto del país.
Los argumentos para sustentar dicha afirmación suelen ser los mismo: la disparidad del «coste» en votos que para diferentes partidos tiene los escaños obtenidos (228.048 votos para cada escaño de UPyD frente a los «escasos» 42.411 votos para el escaño de Nafarroa Bai) o situaciones en las que un partido con un mayor número de votos en la totalidad del país obtiene menor número de escaños que un segundo partido con menor apoyo general pero más concentrado en alguna circunscripción concreta (como es el caso, de nuevo, de UPyD, que con 126.000 votos más que CiU, por ejemplo, obtiene únicamente cinco escaños frente a los dieciséis de la coalición catalana). En concreto, suele achacarse a la ley D’Hondt una representación en términos de número de escaños asignados más nutrida de lo que correspondería a los partidos nacionalistas.
Error. No son precisamente los partidos minoritarios los beneficiados de la aplicación de este sistema, sino los grandes partidos nacionales, PP y PSOE. En efecto, una característica de la ley D’Hondt es que refuerza las mayorías de los partidos dominantes, facilitando que el partido ganador concentre el poder suficiente para no tener que precisar de gran número de apoyos para contar con una mayoría suficiente.
Recordemos, por ejemplo, los resultados de las elecciones del domingo:
Y comparémoslos con los que se hubieran obtenido en el caso de aplicar un reparto proporcional al número de votos totales obtenidos en el país, prescindiendo por lo tanto de la ley D’Hondt (fuente: El Mundo):
Vaya. En primer lugar parece que efectivamente, IU y UPyD tienen motivos para lamentarse, como están haciendo sus líderes, por el impacto que la aplicación de la ley D’Hondt tiene sobre los resultados de sus formaciones. Incuestionablemente la fórmula penaliza a aquellos partidos de presencia nacional que no alcanzan elevadas concentraciones de voto en cada circunscripción. Pero, sorpresa, los resultados de los partidos minoritarios de índole regional no se ven significativamente perjudicados por el reparto proporcional de votos; apenas CiU y AMAIUR verían mermados su número de escaños e incluso algunos como ERC o el BNG incrementarían su representación parlamentaria. Más aún, el número de partidos minoritarios con representación también se incrementaría sensiblemente. Curioso. Pero la perla oculta, la clave de este tinglado, son los resultados que los partidos mayoritarios obtendrían, particularmente los de la formación ganadora: el PP perdería casi treinta escaños y quedaría lejos de esa mayoría absoluta de la que, aplicando la ley D’Hondt, sí va a disfrutar.
Insisto: son los partidos mayoritarios los grandes beneficiados de la aplicación de la ley D’Hondt. Sustituirla por un reparto proporcional del voto les avocaría a un escenario en el que las mayorías sería mucho más ajustadas y la necesidad de recabar apoyos para alcanzar una mayoría suficiente sería más acuciante que en la actualidad. Aquellos, por lo tanto, que tanto critican la formula D’Hondt con el argumento de que beneficia a los partidos nacionalistas, otorgándoles mayor representación de la que sus votos merecen y colocando a los partidos nacionales a su merced a la hora de buscar apoyos se equivocan radicalmente. Precisamente la ley D’Hondt minimiza el apoyo que el partido ganador requerirá para gobernar. Con los resultados del 20N en la mano, el señor Rajoy no sólo perdería la mayoría absoluta que la ley D’Hondt le proporciona, sino que estaría obligado a conseguir al menos el apoyo de UPyD y un segundo partido. En unas elecciones más reñidas, en las que la diferencia entre PP y PSOE no fuera tan notable, la cantidad de apoyos que requeriría el partido ganador sería probablemente ingestionable.
Resulta loable el esfuerzo que muchos ponen al reclamar cambios en la ley electoral. Efectivamente, la ley actual no es justa. Discrimina unos votos frente a otros. A unos partidos políticos frente a otros. Pero me temo que nunca se modificará. Hemos visto que son los dos grandes partidos los mayores interesados en mantener las cosas como están, ¿alguien se cree que van a ponerse de acuerdo en modificar una ley que sólo les otorga ventaja? Yo, al menos, lo dudo mucho.
Internet, las redes sociales y ese mundo que hemos dado en llamar web 2.0 han impulsado de manera muy significativa una amplia variedad de entornos colaborativos en red; todos tenemos en mente ejemplos de ello (wikipedia, plataformas de software libre, etc.) La extracción y consolidación del conocimiento de colectivos viene a sumarse a esta tendencia: en este contexto cabe hablar de la sabiduría de la masa como
el proceso de resolución de un problema dado a partir de la opinión de una grupo de individuos independientes, no sesgado y con un cierto conocimiento sobre la materia en cuestión (pudiendo englobar, según el caso, desde un grupo de investigadores al público en general) en lugar de a partir de la opinión de un experto en la materia.
El profesor Ariño incluso plantea la posibilidad de que este tipo de análisis pueda sustituir a los tradicionales estudios de mercado, como pueda ser el popular barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas del que todos hemos oído hablar. Precisamente el CIS publicaba también hace unos días su análisis preelectoral para las generales del 20N, cuyos resultados también reproduzco:
Ambas estimaciones son lo suficientemente diferentes (a excepción, curiosamente, del porcentaje de voto atribuido al Partido Popular) como para plantearnos un curioso ejercicio comparativo una vez tengamos en nuestro poder los resultados de la votación.
El propio profesor Ariño ya realizó el año pasado dos ejercicios en la misma línea, obteniendo resultados dispares: no consiguió predecir el resultado del clásico Barcelona-Real Madrid pero obtuvo resultados francamente positivos a la hora de anticipar la clasificación final del campeonato de Liga. Achacó entonces a la aleatoriedad subyacente en un episodio aislado como puede ser un único partido el mal resultado obtenido. Cabría responder que predecir el resultado del campeonato del año pasado quizá tampoco era una tarea de gran dificultad 😉
Otra interesante propuesta basada en el mismo principio de la sabiduría de la masa es Pronóstico-Quiniela, una iniciativa de Cierzo Development ; a partir de los pronósticos de todos los usuarios de la plataforma trata de predecir los resultados futbolísticos de cada jornada. Fui usuario de la misma durante una temporada al poco de su lanzamiento y mi valoración global es positiva. Echadle un ojo si sois futboleros, aunque tampoco esperéis milagros.
Obviando pruebas o experiementos más ó menos curiosos, lo cierto es que la sabiduría de la masa es ya una técnica habitual en el mundo de la empresa. Yo mismo he tenido la oportunidad, desde mi anterior posición de responsable de investigación de mercados en Telefónica España, de liderar proyectos de evaluación temprana de conceptos e ideas para el desarrollo de nuevos productos y servicios a partir de esta aproximación. Y la cosa funciona. No es un ejercicio tan simple como el que plantea el profesor Ariño; el enfoque metodológico de hecho es tan riguroso como el propio de la investigación tradicional, fundamentalmente a la hora de configurar el grupo individuos participante, si bien ofrece claros beneficios en términos de coste y rapidez de ejecución.
Update: A la vista de los resultados del 20N parece que la investigación de mercados tradicional todavía tiene cabida 🙂 Un poco más en serio, el experimento del profesor Ariño adolecía de una de las condiciones básicas que establecíamos: el que el colectivo de individuos que opina no esté sesgado. Como sabemos, el profesor imparte clase en el IESE y es razonable pensar que buena parte de los visitantes de su blog sean o hayan sido alumnos de dicha institución, lo que introduce un sesgo notable en la configuración de la muestra. De hecho, probablemente contar con un grupo que razonablemente no presente sesgo alguno sea el factor más complicado a la hora de articular un proceso de sabiduría colectiva.
De big data, analítica predictiva, marketing, investigación de mercados; del mundo digital, del impacto y evolución de Internet; de gestión de equipos; del mundo de la empresa.
Y de las mil y una chorradas que se me vayan ocurriendo.
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